Por mucho que la gente diga, que la vida de estudiante es la mejor, –no es que yo lo vaya a negar a estas alturas-, pero el tener que estudiar en pleno mes de agosto echa por tierra cualquier teoría acerca del disfrute de nuestra vida.
Cuando suena el despertador a las 9, como si estuvieras en pleno mes de enero, y tienes que levantarte aun sabiendo que no tienes que estar a una hora en punto en el trabajo, o en clase….¡eso es un suplicio! Decides retrasarlo 5 minutillos más….luego 10….15….y en un arrebato de conciencia, -realmente no es la conciencia, es el miedo a que te pille tu madre durmiendo a las 12 y te caiga el broncazo del siglo-, pones un pie en el suelo……..y se acabó lo bueno.
Como puedes vas despegando los ojos, te echas un poquito de agua fría en la cara, a ver si así ahogas a Morfeo y deja de decir tu nombre a gritos, y te vas hasta la cocina. Una vez allí te acercas al calendario y compruebas una vez más que es 15 de agosto y tú no has madrugado para coger un buen sitio en la playa…..¡has madrugado para estudiar!
Haces un desayuno interminable, todo sea por alargar el momento de sentarte en la silla, y cuando tu conciencia, –o el miedo a tu madre, no lo olvidemos-, vuelven a llamar a la puerta, decides no posponer más el momento.
Y te encuentras allí, sentada delante de los apuntes (sin abrirlos aún). Los miras, ellos te miran, y cual escena del lejano oeste, desenfundas tus gafas y tu bolígrafo y empiezas a estudiar. Cuando aún no han pasado 5 minutos los ojos te pesan como si llevaras 3 noches en vela, entonces te acuerdas de que ayer estuviste hasta las 3 de la mañana en el Messenger, y vuelves a hacer la promesa inútil de cada día: “esta noche me acuesto temprano”.
Sigues intentando estudiar como puedes, con un solo ojo porque el otro sigue cerrado. Miras fijamente al teléfono, esperando a que suene, aunque sea una vez más la pesada de tu vecina: “Niñaaaa, ¿¿tu padre cuando va a venir a arreglarme lo de la luz??. Y yo que sé señora….Pero al menos te da 5 minutos más para terminar de abrir los ojos.
Y así, entre las 30 veces por hora que miras el móvil (porque parece que ha vibrado), las 20 que vas a ver qué encuentras por la nevera y las 18 moscas que pasan delante de ti…..se te va la mañana de estudio. Al final te dan las 2 –a partir de esa hora está prohibido por el “real decreto del estudiante”, tocar un libro-, y de los 20 folios que te habías propuesto estudiar, has estudiado 5.
Y una vez más vuelves a hacer otra promesa inútil, como cada día: “esta tarde no echo siesta.....o como mucho un cuartito de hora”.
Ánimo a todos con los exámenes de septiembre, que nosotros podemos con eso y más ;)