Año tras año, generación tras generación, todos hemos ido creciendo gracias a tres cosas: a la leche, los petit-suisse (que a mí me debieron de dar 4) y sobre todo a ese regalo del cielo, a ese manjar de los dioses: a la Nocilla.
Y durante todo el tiempo que duró nuestra niñez la hemos comido en todas sus posibles combinaciones: tostadas de nocilla, un sandwich calentito de nocilla, bocadillos de nocilla, galletas con nocilla, bizcochos untados en nocilla, yogurt natural con nocilla, fresas mojadas en nocilla y hasta nocilla, sin más, a cucharadas.
Sin embargo, lo que nadie nos avisó, lo que ninguna madre dice mientras atiborra a su niño con bocadillos de nocilla por las tardes para que crezca, es que esa inofensiva crema de avellanas es una droga más que cuando pruebas no puedes dejar de tomar. Y es que mi madre no era como la madre del anuncio de la nocilla, el de la niña chinita que dice
"Mi mamá es la más mejor porque hace que las galletas tengan caras y sonrían". No cariño no....tu madre es una cutre que le echa dos gotas de nocilla a la galleta, la mía hacía tsunamis de nocilla en mis tostadas....¡¡mi mamá es la más mejor!!
Lo peor es que llegamos a mayores siendo adictos a la nocilla, como lo soy yo, y nos olvidamos de que a nuestras edades todo lo que comes también te hace crecer, ¡pero a lo ancho! Y aunque intento evitarla todo lo que puedo, ni la mejor clínica de desintoxicación de Miami puede hacer que la olvide para el resto de mi vida. Si hasta se me ha hecho la boca agua mientras escribía esta entrada....
En fin, mejor voy a dejar de escribir sobre el tema. Sólo una cosa más, a quien lea esto y piense que se me ha vuelto a ir la cabeza o que sufro de enajenación mental transitoria, todo tiene una explicación: y es que esta mañana, en un acto más de saltarme la dieta a la torera y llevada por las tentaciones que mi madre me pone ante los ojos, me he metido entre pecho y espalda una buena tostada de nocilla de esas que cuando las muerdes el chocolate gotea en el plato porque no hay pan que soporte tanto peso. Y aunque de eso hace ya horas, desde que la tomé no dejo de escuchar en mi interior esa maldita musiquilla:
"....leche, cacao, avellanas y azúcar..."