viernes, 10 de agosto de 2007

CONCIERTO DE ALEJANDRO SANZ (Capítulo 2: Cómo sobrevivir a una avalancha de histéric@s)


Málaga, 18:00 de la tarde del 9 de agosto del 2007. ¿Qué hay peor que un montón de quinceañeras histéricas?: pues un montón de 20-30-40añeras histéricas.

Ayer aprendí que la histeria en los conciertos de este tipo es directamente proporcional a la edad de los que van a verlo, hablando claro, cuanto más mayores somos más histéricos nos volvemos.

A pesar de que todos sabíamos que no se iban a abrir las puertas hasta las 20:30, a alguien se le ocurre a las seis de la tarde dar un grito. ¡¡¡¿Pero por qué?!!! Ya se arma la gorda: todo el mundo echa abajo sus casitas que con tanto amor habíamos construido, se levantan y en el espacio en el que antes había 4 personas ahora caben 20. Y que ni se te ocurra quedarte sentada, porque puedes morir aplastada. En esos momentos todo lo que no sobresale por encima de la valla de metal….¡no existe!

Así que allí te quedas esperando 2 horas y media que se te hacen interminables y moviendo las piernecillas como puedes en el hueco tan pequeño que te queda. Pero lo peor aún está por llegar.

A medida que alguno de los chicos de seguridad se le ocurre pasar a un metro de la puerta, alguien da un grito: “aaaaahhh!!” Y donde al principio cabían 4 personas, después entramos 20 y ahora estábamos 30. Y así sucesivamente.

Entonces llega el momento de abrir las puertas, y ahí es cuando toda la mentalidad te cambia: si hasta entonces pensabas correr por coger el mejor sitio para ver el concierto, ahora corres porque no te pillen los que vienen detrás, corres por salvar tu vida, porque si te alcanzan….¡te matan! Eso es la jungla, al abrir las puertas mis pies no tocaban el suelo, volaban y una vez conseguí pisar tierra corrí como nunca en mi vida. Salté escaleras de dos en dos, esquivé policías, bajé por una rampa como una loca y recorrí un campo de fútbol en ¡¡1 minuto!!

Pero una vez llegas allí, frenando como puedes para no matar a nadie y te ves colocada en 1ª-2ª fila, respiras para que te vuelva a entrar oxígeno en el cerebro y piensas: ¡¡por fin!!, lo peor ha pasado, ahora a disfrutar.

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