A los esclavos de la conciencia

"La conciencia es aquella parte del cuerpo que te duele cuando todas las otras se sienten muy bien"

¿Alguna vez habéis pensado si todos los seres humanos somos libres de verdad? No siempre disponer de libertad implica que podamos hacer lo que realmente queremos. En todos nosotros existe esa vocecita, ese angelito que se sienta en nuestro hombro que nos susurra (si es necesario, hasta grita) lo que debemos o no debemos hacer. Y de una manera u otra aprendemos a vivir con él: aunque los hay que llevan al angelito agonizando en el hombro izquierdo y otros que acaban siendo esclavos de su conciencia.

Nuestra conciencia nos marca el camino, nos hace sentir que tenemos la posibilidad de elegir y de que esa elección tiene sus consecuencias para nosotros y para los que nos rodean. La conciencia que cada cual tiene de estas consecuencias es lo que nos hace seguir un camino u otro. Pero entonces es cuando aparece la pregunta de siempre, ¿cuál es el camino correcto? Hay veces que elegir lo que realmente queremos implica que los demás sufran, se preocupen o lleguen a odiarnos.

Y ahí es donde entra en juego nuestra conciencia: ¿hacemos lo que nos apetece, aquello que deseas con todas tus ganas o lo que los demás esperan de nosotros?

Una vez leí en un libro que para alcanzar la felicidad, para estar contento con nosotros mismos, no sólo había que hacer lo que queremos en cada momento, sino negarnos a todo aquello que no queramos hacer. Seguir lo que alguien nos impone, por miedo a defraudarlos o a hacerles daño, hace que tarde o temprano nos cansemos de vagar por ese camino y busquemos la salida más cercana. No se puede vivir eternamente la vida de los demás. Los deseos van más allá de los horizontes que tenemos marcados en nuestro día a día. Son la “chispa de una vida” y no hay nada malo en intentar conseguirlos. Hay días tan grises que lo único que les da un poquito de color es pensar en conseguir eso que tanto deseamos.

Quizás si todos fuéramos un poquito más egoístas, si cada cual pensara en sí mismo, en lo que de verdad quiere y olvidara lo que quieren los demás...conseguiríamos ser un poquito más felices.

Imaginad que nuestro cuerpo es una democracia, si todo tu cuerpo se siente muy bien con algo, pero a la conciencia le da por doler......¡que se aguante, que está en minoría!

Por eso, como yo soy pacífica no pienso cometer ningún “angelicidio” (matar a mi angelito, para el que no haya pillado), pero ponerle unas cadenitas a lo “Houdini” y lanzarlo al fondo del Pacífico, tengo que admitir que no estaría nada mal ;)