Me he vuelto a sentar frente a una hoja en blanco esperando a que salgan las palabras. Escribo algo y pienso en lo que dirán los que me lean, en si dejo ver demasiado de mí en lo que aquí plasmo. Al fin y al cabo esto no es más que un escaparate de palabras, palabras que disfrazan directas, que desnudan indirectas o que dan a entender sin decir del todo. No son más que un vestido con transparencias de una vida.
Escribiendo te das cuenta del valor que tiene cada palabra. De que no hay nada que pueda más que las palabras justas en su justo momento. Y de cómo las mismas pueden perder todo su valor por llegar sólo un ratito tarde.
¿Acaso hay algo que nos diga más de una persona que aquello que sale de su boca? Una conversación puede llegar a enamorarnos, a dejarnos con ganas de más, a no dejar que olvides a alguien. Y ya se sabe que es mejor mantener la boca cerrada y parecer tonto que abrirla y no dejar dudas de ello. Siempre he pensado que la inteligencia de alguien sale a pasear de la mano de sus palabras.
Una pregunta puede ser un acto de cortesía, una manera de romper el hielo o ir más allá de una simple duda o interés por alguien, escondiendo el deseo de saber algo más que lo preguntado.
Un “sí” puede significar un comienzo, un quizás, una puerta abierta, un todo, una vida. A menudo buscamos nuestro reflejo en la letra de una canción pasando por alto la melodía. Nos preocupamos por el “qué dirán” o porque no digan nada de nosotros. Decimos que confiamos en alguien si creemos en su palabra. Que hay palabras que duelen más que los golpes. Y que cualquier guerra comienza y termina con la dialéctica.
Quien piensa dos veces lo que va a decir sabe lo que se juega en una palabra. Mientras, yo prefiero sacar a pasear lo que pienso, prefiero no desvestir de espontaneidad mis palabras aunque con ello enfade, sorprenda, sonroje o alegre a quien las recibe. Pediré perdón mil veces más por decir algo en lugar de sentarme a pensarlo antes.
Pero las palabras también necesitan salir a respirar, airearse y ser escuchadas. Prefiero seguir siendo esclava de mis palabras que dueña de un silencio que no diga nada.
5 comentarios:
Vaya..., si para que escribas cosas de estas tienes que perder a las musas, me temo que me espera un largo trabajo de secuestradora.
Es genial, simplemente.
Yo más que nadie sé lo que es decir las palabras equivocadas. Pero aun así arrepentirse de ello es tontería. Somos lo que somos, y, la mayoría de las veces, se nos identifica más en lo que decimos que en lo que hacemos.
Esclavas de la palabras, sí, pero no sosas en los silencios.
Muy profundo y muy bonito!!Es cierto que en determinados momentos si es bueno pensar las cosas antes de decirlas, pero conociéndote a tí la verdad es que no te pega.
Estoy de acuerdo en que las palabras son la muestra de la inteligencia y que también son muy importantes (tanto para bien como para mal). Yo soy de esos que aman el silencio pero SÓLO cuando no hay nadie a mi alrededor con quien hablar.
Espero que siempre manejes tan bien la palabras como lo haces, tanto para el éxito de tu blog como para que tus amigos te sigamos queriendo mucho.
Un besote!!
Me alegra el día que me comentéis algo de lo que aquí escribo. O el simple hecho de que de cuando en cuando alguno de vosotros me diga "por qué no escribes algo en tu blog?"
Gracias por dejar que mis palabras tengan siempre un hueco a vuestro lado.
Es precioso lo que has escrito, la verdad es que lo que decimos nos define como personas, paro lo bueno y para lo malo. Como tu dice muchas veces mas vele pensar lo que se dice antes de soltarlo, pero yo prefiero a las personas que no lo piensan, ya que asi sabes lo que realmente piensan, de otra forma se dice lo no lo que realmente se piensa, si no lo que creeemos que el otro quiere oir.
En fin sigue asi no cambies y sigue dicendo lo que piensas sin pernsarlo.
Tú más que nadie sufres mis "palabras sin pensar", jejejeje. Así que tienes que ser un valiente para querer que siga siendo así ;)
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P.D: Algún día quemaré Fujitsu :(
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