viernes, 31 de octubre de 2008

El valor de las pequeñas cosas

Hace un par de días me rompía la cabeza intentando salir del atolladero en el que me había metido con mi proyecto fin de carrera, hasta que de pronto lo conseguí. Conecté mi aplicación con la del simulador. Mi programita le preguntaba “¿cómo estás?” y él respondía con un amable “estoy run…estoy stop…” que me supo a gloria. Me puse tan contenta, que después de los pertinentes saltos, gritos a lo “Fernando Alonso” (¡¡tomaaaa, tomaaaa!!) y demás celebraciones, me senté para seguir, que aún queda mucho por hacer, pero sorprendida de lo feliz que me había hecho aquella pequeñez.

¿No es raro ponerse tan feliz por una insignificancia así? Pero lo cierto es que en ese momento lo estaba. Por eso me hizo pensar en algo que yo siempre creído valorar mucho y aunque lo hago, hay momentos en los que todos las olvidamos para buscar algo más allá. Dejamos de lado el valor de las “pequeñas cosas”. Creo que la vida es una tela enorme tejida de  esas “pequeñas cosas” que nos hacen felices en la medida de lo posible y que muy de cuando en cuando se entrelazan con algún que otro hilito de exaltación de felicidad o de tristeza.

No me cabe duda de que la mayoría de la gente y no me excluyo, porque todos hemos pecado de eso en algún momento, busca la vida perfecta, la pareja perfecta, el mejor trabajo, la felicidad completa y un millón de estupideces más que en el fondo todos sabemos que no existen. Sin embargo dejamos pasar esas cosas pequeñas que nos ocurren todos los días y que nos hacen de guía para ayudar a mantenernos en pie y no tirar la toalla. Si nos dedicamos a buscar aquello que va a hacer de nuestras vidas algo perfecto, estaremos dejando pasar miles de cosas pequeñas que seguro que le ponen una pizquita de sal al día a día. Y al final habremos ganado poco (o nada) y perdido al menos mucho tiempo.

Por qué no alegrarte de encontrarte con alguien al que hace tiempo que no ves, disfrutar de una buena comida o de la leche calentita por las mañanas ahora que se sale de la cama y te mueres de frío. Es genial que alguien te escriba sin que te lo esperes, que te digan un te quiero o  verte dentro de un cruce de miradas con una persona especial que te despierta esas mariposillas en el estómago. Lo que vengo a decir es que con frecuencia la gente actúa para conseguir la gran felicidad y se pasan la vida en pos de algo que nadie consigue, acabando como poco frustrados por esperar algo que nunca llega y dejando en el camino miles de pequeños detalles que seguramente podrían hacerlos un poquito más felices. Lo mismo ocurre con quién se hunde ante las cosas malas que a veces ocurren en la vida. Supongo que todos hemos caído en ellas en algún momento, pero lo importante es saber que tanto la felicidad como la tristeza extremas son solamente pequeñas islas en esa masa de agua enorme que componen las cosas pequeñas.

Creo que es mejor regalar algo porque sí cualquier día, que recibir ese regalo enorme pero protocolario el día de un aniversario o en navidad. El factor sorpresa siempre es algo que hace feliz a la gente. Adoro los detalles, porque esos detalles hacen bonita la vida. Y claro que lo ideal sería ser completamente felices, pero debemos asumir que todos nos vamos encontrando piedras en el camino que debemos saltar como buenamente podamos, por eso tenemos que intentar disfrutar de aquello que nos es favorable y que seguramente sea lo que nos hace levantarnos de la cama todos los días.

No existe mal que cien años dure, ni tristeza que acabe con nadie, ni persona que sólo tenga cosas malas. Por contra no existe tampoco la gente perfecta, ni la eterna felicidad. No es justo exigir que la gente a nuestro alrededor sea como nosotros queremos, porque quizás nosotros tampoco seamos como ellos quieren. Para qué perder el tiempo buscando a esa pareja perfecta que no existe más que en nuestra cabeza. Creo que es mejor encontrar a alguien con el que poder compartir esas cosas pequeñas que te gusta hacer y que te deje compartir las suyas con él. Descubrir que tenéis en común mil y un millón de detalles, quizás veía las mismas series de dibujos de pequeño u odia los sitios llenos de gente, como tú. Es maravilloso despertarse con la persona que quieres al lado, observarla mientras duerme.  Asumir que tiene pequeñas cosas que odias, pero respetarlas y otras tantas que te encantan. Que sea capaz de compartir contigo cualquier día rutinario de tu vida, sin que haya que hacer nada especial, más que estar contigo. Hacer planes de futuro, que puede que se cumplan o no, pero valorando que en ese momento está contigo y pretende seguir estando. O simplemente que te coja la mano en el cine y no la suelte.

En definitiva, lo que quiero decir es que no perdamos el tiempo en buscar la gran vida, ni a los amigos, padres o parejas perfectos,  porque son las pequeñas cosas las que construyen piedra a piedra nuestra felicidad y hacen grande cada día y a cada persona.

sábado, 11 de octubre de 2008

Tiempo

"El tiempo no se detiene ni se compra ni se vende no se coge ni se agarra se le odia o se le quiere."
  (Tiempo - Jarabe de Palo)

Siempre, nunca, pronto, tarde, luego, mañana, ayer, ahora….

¿Acaso no se reducen a una palabra? Tiempo.

Pareciera que pertenecemos a él. Por mucho que dejemos el reloj olvidado en un cajón, al final el tiempo acaba marcando nuestra vida. Es la hora de comer, de ir a trabajar, de dormir o de acudir a una cita. En cierto modo es una manera de atarnos. Y no importa de donde seamos, porque estemos donde estemos siempre nos encontraremos sometidos al tiempo.

Lo curioso es que siendo una medida exacta, un segundo es un segundo aquí y en cualquier parte del mundo, puede parecernos totalmente variable de un momento a otro. A todos se nos ha hecho eterna una clase. Hemos mirado el reloj desesperados, acercándolo al oído no vaya a ser que se haya parado, para descubrir decepcionados que sólo habían pasado cinco minutos desde la última vez que lo miramos. Y a quién no le ha gustado escuchar eso de: el tiempo pasa volando cuando estoy contigo.

Pero el tiempo no pasa ni lento ni rápido, simplemente se limita a pasar. Y eso debería provocarnos, como poco, respeto por cada minuto. Puedes aprovechar un momento o dejarlo pasar, pero no siempre somos conscientes de que justo ese minuto, de esa hora, de ese día, nunca volverá.

Realmente no valoramos el tiempo como se merece. Podemos regalar mil cosas materiales y, no obstante, nos resulta casi imposible aceptar que alguien nos diga que le demos tiempo. Puede ser incluso prueba de amor, cuando pasas horas al lado de alguien y de pronto te encuentras con las 6 de la mañana en tu reloj, sin que te hayas dado cuenta. O cómo duele un nunca o un jamás. O cuántas personas hay que se atrevan a prometer un siempre.

El tiempo es realmente importante. Lo que no debemos hacer es dejar que nos domine, sino dominarlo nosotros a él. Por eso sólo nosotros mismos marcamos los cuántos de nuestro tiempo. ¿Qué más da cuánto es “muchos días” o “pocos meses” para alguien? Al final, lo importante es saber aprovechar el tiempo para no encontrarnos un día con que hemos perdido más del que hemos ganado. Sería como haber perdido un trocito de vida. Porque ¿de qué otra cosa está hecha la vida más que de tiempo?


sábado, 4 de octubre de 2008